Las diferencias entre personas ya sea dentro de la familia, en el ámbito escolar, en el mundo corporativo, en definitiva, en sociedad, no son necesariamente un problema psicológico o legal Más del 80% de los casos que acaban en terapia o en los tribunales podrían haberse resuelto con la competencia adecuada por las propias partes, sin la intervención de terceros.
No me refiero simplemente a contar con habilidades socio-emocionales, comunicativas, de negociación y de autoconocimiento. Esas habilidades son imprescindibles, pero por sí solas y de manera aislada no son la clave para intergestionar los conflictos de manera efectiva.
En los talleres que realizamos para poner en práctica el método de La Próxima Puerta, pudimos comprobar que las personas que tienen desarrolladas estas habilidades se sienten más cómodas y, por ende, más proclives a la intergestión de sus diferencias y tenían más clara su hoja de ruta para transitar por el territorio del conflicto. Sin embargo cuando, ante las respuestas de la otra parte, no conseguían salir del conflicto por la puerta y con los resultados que se proponían, seguían bloqueándose o perdían el rumbo.
En estos mismos talleres constatamos que el verdadero factor de éxito para que dos o más personas resuelvan sus diferencias es contar con un método que puedan seguir paso a paso hasta encontrar la mejor salida.
Al comparar los resultados logrados ante la misma situación de conflicto real entre personas que habían actuado con método y las que lo hicieron solo con habilidades, comprobamos que los obtenidos en el primer caso resultaban más satisfactorios y sostenibles a medio y largo plazo. Quienes intergestionaban sus diferencias con método se enfrentaban a estas situaciones entendiendo qué estaba pasando realmente (más allá de la apariencia), sabiendo qué hacer para salir satisfactoriamente del conflicto y cómo hacerlo a la vista de las personas y el tipo de conflicto en cuestión. Y lo hacían con 5 herramientas sencillas que utilizamos en el método de La Próxima Puerta.
De esta manera conseguían volcar sus propias habilidades en un proceso específico y para un fin concreto, como era resolver esa situación de conflicto. Por ejemplo, en un caso en el que la disputa consistía en cómo distribuir el beneficio por objetivos en un equipo de trabajo, las habilidades de empatía y escucha activa por sí solas no fueron suficientes. En cambio, cuando desarrollaron esas mismas habilidades aplicando el método, para descubrir los P-INs (Posiciones/Intereses/Necesidades) en juego, avanzaron en el proceso de resolución. Contar con un proceso y conocer sus distintas fases aumentaba, además, su motivación para resolverlo entre ellas y su confianza de que estaban dando los pasos correctos. La interiorización de estas cinco herramientas del método aumentaba su nivel de competencia real para resolver ese conflicto concreto y para replicar y automatizar el proceso en otras discrepancias y desencuentros.
Cuando las personas sienten que han tocado hueso en un conflicto, que han intentado todo aquello de lo que son capaces y no solo no consiguen avanzar, sino que la situación empeora, las únicas alternativas que se plantea la mayoría de las personas son la legal-judicial o la psicológica-terapéutica. La mediación partió de estas situaciones de supraconflicto para hacerse un hueco en ese horizonte polarizado, pero ¿por qué no aprovecharla antes y en otros contextos? ¿Por qué no ofrecer su filosofía, método y técnicas para que las personas puedan resolver sus problemas familiares o de pareja, en la escuela o en el entorno corporativo de manera ágil, efectiva, recurrente y autónoma antes de que el conflicto escale?
La alternativa real para resolver muchos de estos problemas es el desarrollo de la competencia específica para intergestionarlos. Y esa competencia incluye autoconocimiento y habilidades transversales, pero, sobretodo, una estructura o método sencillo para poder aplicarlas con éxito.
Durante los últimos tres años he puesto mi foco en crear una herramienta metodológica y didáctica que permita el desarrollo de esta competencia en las personas. He buscado que fuese una herramienta atractiva y tangible, fácil de usar y recordar. Una herramienta accesible y versátil para el sistema familiar, escolar y organizacional, las tres plataformas fundamentales con las que cuenta la sociedad para lograr cambios culturales de gran alcance.
A esta herramienta la llamé La Próxima Puerta. Porque simboliza la transición de una situación a otra nueva. A fin de cuentas, en eso consiste nuestra historia, en cruzar las puertas que nos llevan sucesivamente hacia adelante. Todo lo que hacemos en la vida, en la familia, en la escuela, en el trabajo y los negocios es avanzar. El éxito de esta trayectoria depende en gran medida del desarrollo de esta competencia.
Durante muchos años he desarrollado la mediación como alternativa y complemento a la resolución jurídica y judicial de los conflictos. Pero también desde hace años llegué al convencimiento de que la mediación, sí, debe constituir efectivamente una opción en este ámbito, pero no es el único ni siquiera el más natural e idóneo en el que debe plantearse.
Por eso tomé la determinación personal y profesional de aprovechar mi experiencia de mediadora de tantos años para reencauzarla. Muchos mediadores tenemos la convicción de que haciéndola llegar antes, a más situaciones y a más personas podrá convertirse en una opción real, fundamental e imprescindible, con la que incluso cumplir la responsabilidad social de la convivencia pacífica. La forma de hacerlo es llevar la mediación más allá de la órbita de los tratamientos judiciales y terapéuticos y enraizarla en la vida cotidiana de las personas en forma de competencia.
Siempre serán necesarios los divanes y los tribunales, pero que no sea por desconocimiento o inaccesibilidad de otras alternativas, en muchos casos, más ajustadas a las necesidades de las relaciones personales y laborales de nuestro día a día.
Este es el propósito de los servicios de formación e intervención para familias y empresa que hoy ofrezco. Pero el ancho de mis brazos es muy corto. Con los de todas las personas que abrazamos la mediación, podríamos hacer llegar a la sociedad esta competencia para la resolución de diferencias sin terapias ni litigios, generalizando la intergestión sin violencia, sin confrontación, sin terceros.
¿Vamos a renunciar a este compromiso o seremos capaces de hacer realidad los valores por los que elegimos la via de la mediación? Los que llevamos tanto tiempo en este camino sabemos que no es fácil. ¡Cuántas veces hemos sentido ir contracorriente! Pero también podemos ver los pasos recorridos y esto nos anima a andar más y más rápido. Yo he creado una herramienta que funciona. Te invito a conocerla y a que amplíes los horizontes de tus intervenciones en mediación a todos los ámbitos de la sociedad donde esta alternativa pueda ser mejor solución. Poner a disposición de las personas herramientas para resolver sus desacuerdos lejos de centros médicos y tribunales es contribuir a desescalar una sociedad crispada, a pacificar y enriquecer las relaciones sociales, en definitiva, es participar en la construcción de un mundo mejor.
Si aún no la tienes, descárgate la Guía de la Próxima Puerta y hablamos de cómo seguir ampliando horizontes.