Conflicto latente

Un conflicto latente es un conflicto en ciernes. Lo tienes cuando sientes el malestar, pero todavía no sabes exactamente cuál es el problema. Ni siquiera tienes todavía la certeza de que se deba a un conflicto.

El primer paso para gestionar estos conflictos es reconocerlos y verificarlos. En un doble sentido: dándoles espacio, no ocultándolos ni rehuyéndolos, e identificando, en su caso, el tipo de conflicto al que apuntan. Este primer paso para gestionar los conflictos latentes implica, por lo tanto, dos acciones. Por un lado, identificar el malestar y reconocer que está ahí, en vez de mirar hacia otro lado y, por otro, verificar si se debe a algún tipo de enfrentamiento o controversia y no a otros motivos. En definitiva, hacerlo consciente y darle carta de naturaleza.

Qué es un conflicto latente

Un conflicto latente es un conflicto en su fase embrionaria. En estos primeros momentos la situación se presenta como una tensión, como algo que nos perturba, pero sin saber muchas veces qué nos hace sentir así, ni por qué.

La gestión de los conflictos latentes es muy importante porque cuanto antes iniciemos su gestión, más efectiva será y mejores resultados tendrá. Por eso es tan importante ponerse manos a la obra desde estos primeros momentos en los que el conflicto es todavía incipiente y aún no ha dado del todo la cara.

Tipos y ejemplos de conflictos latentes

Existen tres tipos de conflicto latente que puedes estar viviendo en tu interior: los conflictos latentes morales, de autoimagen o interpersonales.

Conflicto latente moral

Aparece cuando varias de tus creencias se enfrentan entre sí.  Por ejemplo, cuando los valores de tu familia, que están muy arraigados en tu pensamiento, contradicen tus deseos o necesidades.

Conflicto latente de autoimagen

Surge cuando te comportas de una manera que no concuerda con la imagen que tienes de ti mismo. Por ejemplo, cuando a pesar de que siempre has pensado que eres una persona amable y generosa, te das cuenta de que tu comportamiento no responde realmente a esta autoimagen y ello te genera un incómodo conflicto contigo mismo o de aceptación propia.

Conflicto latente interpersonal

Tiene su origen en las diferencias que sostenemos con una tercera persona, aunque estas no se hayan puesto de manifiesto de manera expresa. Por ejemplo, tras una conversación con tu jefe o con tu pareja, te quedas mal y no sabes muy bien por qué, pues no habéis discutido. Este malestar te avisa de diferencias que de alguna manera percibes como una amenaza y posibles  problemas. 

Por qué surgen los conflictos latentes

Es fundamental comprender qué es un conflicto latente para entender por qué surgen. Los conflictos latentes se generan dentro de ti como consecuencia de una contradicción. Esta disonancia puede producirse, como hemos visto, entre distintas partes de tu yo, entre como tú te ves y cómo te comportas o entre tú y terceras personas.

Por qué surgen los conflictos latentes

Cómo solucionar los conflictos latentes

 

Aprender a reconocer los conflictos latentes es una buena oportunidad para conocerte a ti mismo y, además, te permitirán actuar a tiempo para evitar que se conviertan en un problema.

Ya hemos visto que el primer paso para gestionar los conflictos latentes es reconocerlos para hacerlos conscientes.

El segundo paso es decidir el tipo de gestión con el que quieres abordarlos para solucionarlos.

En función de la intensidad y la duración de la latencia, puedes optar por:

La Autogestión

Consiste en, una vez identificado el malestar, no hacer la vista gorda, sino hacerle el seguimiento oportuno para verificar si se debe realmente a algún tipo de enfrentamiento o a otras posibles causas, como, por ejemplo, un mal día, una emoción pasajera, un malentendido ya aclarado,….

Confirmado que el malestar se debe a una discordancia, la autogestión implica hacer los ajustes internos necesarios para que esa incomodidad o tensión no vaya a más. Por ejemplo, no magnificarlo, si se tratara solo de un episodio aislado y sin mayor importancia; o no presumirle una mala intención de la otra parte, al menos mientras no te conste de manera fehaciente.  

Empezar con este tipo de gestión es muy conveniente, pues sirve para aclarar y verificar qué te está pasando, a la vez que evita precipitaciones y dramatizaciones innecesarias. Pero llega un momento en que la autogestión puede ser insuficiente. Cuando llegues a esta conclusión, es el momento de pasar a otro tipo de gestión. Dilatar demasiado la autogestión, cuando no funciona, será contraproducente.

La Supragestión

 Una vez confirmado que el malestar se debe a un conflicto, por esta toma de conciencia, el conflicto dejará de ser latente para cobrar carta de naturaleza. Ya existe para ti. La supragestión consiste en gestionarlo con ayuda de un profesional.

Dentro de esta opción, podrás elegir, de entre las distintas metodologías disponibles para abordarlo (terapia, coaching, mediación, mentoría, formación,…), aquella con la que te sientas más cómodo.

La Intergestión

 Esta modalidad de gestión está especialmente indicada cuando, después de autogestionado el conflicto latente, llegas a la conclusión de que necesitas a la otra persona para resolverlo. Es el momento de intergestionarlo con ella. La intergestión consiste en los distintos intercambios comunicativos que realizáis para resolver una situación que os produce recíproco malestar, y que cada vez se hace más patente, en orden a encontrarle una solución.

Relación entre conflicto latente y manifiesto. Ejemplo.

El conflicto está latente cuando todavía no ha aflorado de manera explícita para ambas partes, solo se manifiesta en forma de tensión, incomodidad o malestar. Una vez se identifica que este malestar se debe a una contradicción, una disonancia o un enfrentamiento, deja su estado de latencia para manifestarse como tal conflicto. Ya manifiesto, el conflicto puede escalar hasta explotar, desgraciadamente en muchos casos, en violencia.

Un padre muy conservador y una hija muy alejada de estos valores. Aunque no haya  confrontación abierta entre ellos, la tensión se palpa cada vez que se ven o se comunican. El conflicto latente es esa tensión desagradable generada por el sentimiento de la hija de que su padre no le entiende y del padre de que su hija no le respeta. En esta situación de latencia, cualquier palabra, expresión o tono puede hacer estallar el conflicto. Será entonces cuando ambos se refieran a la existencia de un conflicto manifiesto entre ellos.

No todos los conflictos latentes acaban explotando, pero los conflictos latentes desgastan mucho la relación, la dificultan y generan mucha tensión.

Es importante valorar qué es lo que merece más la pena, si continuar esta incómoda situación de fricción y correr el riesgo de que el conflicto explote descontroladamente en cualquier momento, o abordarlo antes de manera serena y controlada para que esto no ocurra y establecer claramente unas bases para que esas diferencias fluyan con respeto y consideración mutuas.

En Personas y Soluciones te formamos para que puedas gestionar tú mismo estos conflictos latentes. Conoce nuestro método de la Próxima Puerta y descubrirás cómo.

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