Las organizaciones son comunidades de personas. Tanto unas como otras son sistemas autónomos, complejos y dinámicos. Por ello, también a las organizaciones les son aplicables los conceptos y estrategias que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha desarrollado en relación al continuo salud-enfermedad de las personas.
En la Conferencia Internacional de Alma Ata (Kazajistán, 1977), la OMS abrió paso a un nuevo paradigma. Hasta ese momento la salud se definía como la ausencia de enfermedad. A partir de entonces la salud comienza a orientarse hacia el bienestar integral de las personas.
En la Conferencia Internacional de Otawa (Canadá,1986) la OMS continuó desarrollando este nuevo paradigma, llegando a la definición de promoción de la salud como “el proceso que proporciona a los individuos y las comunidades los medios necesarios para ejercer un mayor control sobre su propia salud y así poder mejorarla”.
Este cambio de paradigma ha supuesto, en definitiva, pasar de una perspectiva de la prevención centrada en el control de las enfermedades, los factores y las poblaciones de riesgo, a otra más amplia e integradora, que incluye, no solo los factores de riesgo tradicionales de naturaleza biomédica, sino también de naturaleza social, cultural, económica y política, cuyo fin último es la promoción de la salud.
Aplicando los distintos niveles de prevención de la OMS a las organizaciones y a los riesgos interculturales a los que están expuestas en el ámbito internacional, podemos diferenciar:
Prevención primaria. En este nivel la prevención consiste en identificar y detectar los posibles factores causales, predisponentes o condicionantes de los conflictos interculturales.
El objetivo de las medidas a adoptar es disminuir las probabilidades de aparición del conflicto mediante acciones de concienciación cultural, información sobre las distintas culturas, formación transcultural para familiarizarse con este tipo de malentendidos y la implementación de planes estratégicos de prevención de riesgos interculturales.
Prevención secundaria. La prevención en este nivel consiste en el diagnóstico y captación del conflicto en sus fases embrionarias, realizando un seguimiento periódico de las personas directamente implicadas y de las posibles afectadas, para evitar o retardar la escalada del conflicto y que éste llegue a desplegar todos sus efectos y consecuencias.
El objetivo de las acciones en este nivel de prevención es el diagnóstico precoz de los conflictos interculturales, la detección temprana de casos potenciales y el inicio de tratamientos adecuados para evitar que el conflicto se extienda y amplifique su impacto en la organización.
La activación de este nivel de prevención requiere la revisión y continua adaptación de los planes de prevención ya implementados, la intensificación de las acciones de diagnóstico, asesoramiento y formación, así como la introducción de intervenciones de mediación (en esta fase del conflicto, formal o también informal) y coaching para mejorar la comunicación transcultural.
Prevención terciaria. En este nivel la prevención se orienta a la aplicación de las medidas para la recuperación ad integrum del conflicto intercultural ya manifiesto.
El objetivo de las acciones propias de este nivel de prevención es restaurar la comunicación rota, aliviar los daños personales y organizacionales causados para minimizar el impacto del conflicto, evitar que continúe agravándose y su posible cronificación. Este nivel requiere intervenciones directas de mayor calado a través de la mediación formal, la formación especializada y el coaching en comunicación transcultural.
Prevención cuaternaria. Este nivel comprende las actividades para evitar, reducir y paliar los posibles perjuicios ocasionados por las intervenciones que el conflicto intercultural haya requerido implementar. Su finalidad es facilitar la adaptación/rehabilitación de todos los implicados en él, directa e indirectamente, así como contribuir a evitar o reducir las recidivas del conflicto.
En función de la naturaleza de la problemática, las personas, estructuras y dinámicas afectadas, del propio tratamiento preventivo de los conflictos interculturales pueden resultar algunos efectos colaterales. Con esta prevención se trata de evitar el posible efecto cascada, subsiguiente a las acciones acometidas para evitar o aligerar mayores consecuencias del conflicto.
Con tal fin se implementarán seguimientos, monitorizaciones, medidas de protección para recuperar la confianza, programas de formación continua, reciclaje y puesta a punto a través, fundamentalmente, de coaching (personal y de equipos) y formaciones prácticas de alto impacto al personal que haya pasado por estos conflictos interculturales y los grupos en los que se integran.