La misión frustrada de la Mediación

Abrí con toda la ilusión del mundo mi despacho de Mediación y el mundo se me cayó a los pies. La experiencia fue un desastre. Cuando les planteaba a mis clientes la posibilidad de divorciarse de una forma diferente y les hablaba de la Mediación, se quedaban ojipláticos. Se miraban el uno al otro y, cuando se marchaban del Despacho, ya no volvían. Ni para que les llevara su divorcio como abogada, ni como mediadora.

Como abogada siempre pensé que el sistema judicial no ofrecía una solución real a los conflictos de las personas. Si los procesos de enfrentamiento jurídico eran largos, mucho más era la huella que dejaban después en la vida de las ex parejas, niños, hermanos, padres, amigos, vecinos, socios…

Cuando en los años 90 descubrí la Mediación por casualidad en una conferencia, supe que esa “otra forma de resolver conflictos” era lo que hubiesen necesitado mis clientes. Invertí todo mi tiempo, esfuerzo y dinero para abrirme paso en  el mundo de la Mediación hasta ser reconocida en este ámbito profesional. A pesar de ello, seguía comprobando cómo mis propios clientes recelaban de este tipo de intervención. Poco a poco comprendí por qué.  

Estaba llegando tarde. En la mayoría de los casos, la Mediación llegaba tarde para ellos. El conflicto se había calentado tanto que se encontraba ya en fase de supragestión. Lo que querían los clientes, lo que necesitaban, era que otra persona, alguien con autoridad, resolviera por fin su situación.

Cuando las partes agotan la intergestión del conflicto, sienten que el problema sobrepasa su umbral de competencia para gestionarlo por vía del diálogo. En el momento en que tiran esta toalla, no quieren volver atrás. Cada parte sólo busca el modo de imponer su solución. Llegado este punto, y aunque les duela, están dispuestos a pasar por encima de la relación con la otra persona con tal de que se les dé la razón. Pero, ¿les garantiza esto satisfacer sus intereses y necesidades?

Comprendí por qué a partir de un momento determinado las personas rechazan sistemáticamente la Mediación. Porque supone un retroceso en su proceso de resolución del conflicto. En plena frustración por los infructuosos intentos de comunicación y diálogo, apuntar de nuevo en esa dirección es un paso atrás que descartan y seguirán descartando absolutamente. 

Esta explicación justifica igualmente el desánimo, e incluso el fastidio, que las partes sienten cuando, habiendo subido ya el peldaño de la supragestión, el juez les deriva a Mediación para volver a dialogar. En mi experiencia como mediadora intrajudicial pude comprobar una y otra vez este desaliento, desconfianza y efecto casi contraproducente de la Mediación en este punto de escalada del conflicto. Las partes, y no digamos sus abogados, se sentían forzados a una vía de resolución que ya habían dejado atrás.

No obstante y gracias al enorme potencial de la Mediación, aún en este contexto de máxima dificultad, por el “efecto halo” del proceso judicial, las partes conseguían encontrar mejores salidas que las que les ofrecía la vía contenciosa, pero ¡cuántas más opciones hubieran tenido, cuánto más fáciles de alcanzar y con cuánto menos sufrimiento, si la Mediación hubiera llegado antes!  

Uno de los efectos buscados por la Mediación es el pedagógico. Las partes que pasan por un proceso de Mediación, aunque no consigan acuerdos, descubren “otra forma de resolver conflictos”. Pero, ¿cala realmente este impacto educativo de la Mediación en la sociedad? Entonces, ¿por qué las personas que se divorciaron en Mediación vuelven a los tribunales para resolver los problemas con su socio o con su arrendador? Si vuelven una y otra vez al supraconflicto es porque no realmente no han apropiado herramientas útiles para la intergestión.

Preguntarme cómo siguen gestionando las personas sus desacuerdos cotidianos, me llevó a enfocarme más a fondo en la función educativa de la Mediación y su papel en la transformación cultural de los conflictos. ¿Cómo contribuimos los mediadores para hacer llegar a la sociedad la gestión consciente y metódica de sus discrepancias?

Centrando mi trabajo de los últimos años en este punto, he podido comprobar que los tres sistemas sociales que principalmente sirven de plataforma para impulsar la intervención educativa de los conflictos son:

  • El sistema familiar. Gran parte de la población vive en familia, en grupos familiares interconectados. Cuando en el seno de las familias existen diferencias, problemas o desavenencias, las únicas salidas que conocen, una vez agotada la intergestión, son: las de orientación terapéutica, ya sea de grupo o personal. Una o varias personas de la familia buscan apoyo psicológico para afrontar la crisis familiar. O las de orientación legal, a través fundamentalmente de los abogados y jueces. Sin embargo, muchas personas no se encuentran cómodas con ninguna de ellas. ¿Qué les queda para resolver sus conflictos, si no les gustan las reglas de juego de uno y otro tipo de intervención, psicológica o legal?
  • El sistema laboral. Este sistema organizativo en torno al trabajo supone una plataforma clave tanto para impulsar la educación en conflictos, como para beneficiarse de su gestión colaborativa. Las empresas, corporaciones de Derecho Público y ONGs sufren pérdidas millonarias anualmente por la improductividad y mal clima derivados de los problemas que tienen las personas para gestionar sus diferencias cotidianas en proyectos, retos o tareas.
  • El sistema educativo. Los centros educativos son un conector entre la familia y la sociedad. La inmensa mayoría de las personas pasa por un centro educativo en algún momento de su vida, por lo que su potencial de influencia en la transformación social es enorme. Desde hace tiempo muchas instituciones educativas desarrollan sistemas y planes de convivencia, que suelen incluir procesos de Mediación. Esta apuesta será cada vez mayor y más necesaria.

Si bien el impulso judicial de la Mediación en España ha sido el principal motor para su desarrollo en nuestro país, hace años que me dí cuenta de que debía cortar este cordón umbilical. Mientras la Mediación siga bajo la órbita jurídico-judicial, nunca conseguirá su misión de resolución intergestionada de conflictos.

Es necesario descender de las alturas jurídicas de la Mediación para que se desarrolle en su espacio natural a través de estas plataforma, de la familia, el trabajo y la formación. Y esta es una responsabilidad que tenemos los mediadores: potenciar la función educativa de la Mediación en sus contextos naturales.

En mi proceso de descenso al mundo real de la Mediación, descubrí, trabajando con familias y empresas, que para lograr que los interconflictos se resuelvan en su ámbito natural eran necesarias al menos dos tipos de herramientas:

1) Un método educativo de intergestión de conflictos para las personas, como quien aprende unas nuevas reglas de juego para intergestionar sus conflictos con confianza, de forma creativa y sostenible.

2) Un modelo sistémico de gestión colaborativa de conflictos para las organizaciones (entendidas como cualquier institución organizada en torno a las relaciones humanas), cuyas estrategias, procesos, roles e indicadores se basan en la eficacia de este método para intergestionar conflictos.  

Con esta idea creé La Próxima Puerta (sin aún no lo conoces puedes descargarte la guía aquí) un método práctico y sencillo para gestionar conflictos cotidianos sin necesidad de acudir a terapias ni litigios y REEC, el modelo sistémico para su implantación en las organizaciones. Uno y otro los podéis ver en sus respectivos enlaces.

Desde entonces, además de ser mi herramienta de trabajo, es el método que divulgo y en el que formo a personas mediadoras para que puedan alcanzar una dimensión profesional más influyente y satisfactoria; para poder cumplir con la misión de transformación cultural de los conflictos, que es la verdadera vocación de la Mediación y sus profesionales.

Este un avance que vamos a impulsar entre todos en los próximos años. Desde la familia, la comunidad educativa y la empresa vamos a lograr que la verdadera competencia de gestión de conflictos llegue a tiempo para ayudar a las personas a realizar sus proyectos y alcanzar sus proyectos.

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